El mismo Jesucristo, aunque libre de pecado, fue bautizado para cumplir toda justicia y mostrar a la humanidad el camino (véase Mateo 3:13-17; 2 Nefi 31:5-12). Vemos, que el bautismo es esencial para la salvación en el reino de Dios.
Aprendemos en el Nuevo Testamento que en la época de Pablo se hacían bautismos por los muertos (véase 1 Corintios 15:29).
Esta ordenanza se restauró junto con el establecimiento de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. El profeta José Smith enseñó por primera vez acerca de la ordenanza del bautismo por los muertos durante un sermón en un funeral en agosto de 1840.
Él leyó de 1 Corintios 15, incluso el versículo 29, y anunció que el Señor iba a permitir a los miembros de la Iglesia bautizarse a favor de amigos y familiares que habían salido de esta vida.
Les dijo: “que el plan de salvación tenía por objeto salvar a todos los que estuvieran dispuestos a obedecer los requisitos de la ley de Dios” (Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: José Smith, 2007, pág. 429).
Debido a que no todas las personas que han vivido sobre la tierra han tenido la oportunidad de ser bautizadas bajo la debida autoridad, se pueden efectuar bautismos vicarios, esto es que una persona que esté viva puede ser bautizada a favor de una persona fallecida.
Los miembros de la Iglesia efectúan bautismos por los muertos en los templos de todo el mundo.
A veces las personas se preguntan si en este proceso los restos mortales de un difunto sufren alguna perturbación, la respuesta es no. El representante vicario sólo usa el nombre del fallecido.
Para evitar duplicación de labores, la Iglesia mantiene un registro de las personas muertas que han sido bautizadas.
Algunas personas han pensado erróneamente que cuando se efectúan bautismos por los muertos, los nombres de estas personas se agregan a los registros de miembros de la Iglesia. Esto no es así.
Fuente mormon.org
Imagen MormonSUD.org