Naomi Klein: ‘los Chicago boys se aprovecharon de las violaciones de los derechos humanos en el régimen militar’

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¿Los ultraliberales son muy oportunistas?

Por Por Juan Cristóbal Villalobos / La Nación

Considerada un referente por los críticos del capitalismo, esta periodista canadiense explica por qué las más extremas políticas de  libre mercado sólo se pueden desarrollar bajo un estado de shock. Es más, asegura que Chile fue el laboratorio para un liberalismo fundamentalista, cuya renovada versión se experimenta hoy en Irak.

Cuando en 2001 lanzó su polémico libro «No Logo», donde denunciaba el  poder de las grandes marcas y los devastadores efectos que éstas  producen en la economía de los países más pobres, Naomi Klein inmediatamente se transformó en una celebridad entre los enemigos del omnipresente libre mercado. Luego de viajar como corresponsal y documentalista por lugares tan convulsionados como Irak, Sri Lanka y Argentina, ahora deleita a sus seguidores con «La doctrina del shock», una investigación que explica cómo los capitalistas más extremos se  aprovechan de las crisis políticas, económicas, sociales y hasta  naturales que sufren los países para instaurar sus ideas.

Chile ocupa un papel fundamental en esta teoría: Klein asegura que los Chicago boys se aprovecharon de las violaciones de los derechos  humanos en el régimen militar para instaurar, sin contrapeso, un  liberalismo extremo. Es más, cita a Orlando Letelier como una de sus  principales fuentes de inspiración. Es por eso que las actividades más  importantes de su primer viaje a nuestro país fueron su entrevista con  la familia del ex canciller asesinado y su visita a Villa Grimaldi,  partes fundamentales del documental que está haciendo sobre la  controvertida doctrina del shock.

-¿Qué características hicieron de Chile el escenario perfecto para  implementar un «neoliberalismo extremo»?

-Esto fue el resultado de diversas circunstancias históricas. Cuando se produjo el golpe, los Chicago boys estaban listos para imponer sus  ideas ultraliberales, ya que los militares tenían la fuerza para  derrocar al Gobierno, pero no sabían cómo manejar la economía. Fue así  como Milton Friedman, el gran maestro de estos economistas, se  transformó en asesor de Pinochet. Los Chicago boys hablaban el mismo  idioma del dictador: querían restaurar el orden social y consideraban  al socialismo como una enfermedad que iba en contra del orden natural.  Para ellos, cualquier intento por regular el mercado era una forma de  interferir y dañar ese orden.

-¿Cómo se relacionan la tortura y las desapariciones con la  implementación de las políticas neoliberales?

-Mucho, ya que un aspecto fundamental para que esta estrategia tuviera éxito fue que la dictadura utilizó una tremenda fuerza represiva para deshacerse de cualquier tipo de oposición. Si alguien buscaba un lugar  lo menos óptimo para imponer un libre mercado radical, ese lugar era  justamente Chile, que había elegido a un Presidente socialista y donde  existían una izquierda y un movimiento sindical muy potentes.

Escoger este país era como intentar hacer una revolución obrera en Beverly Hills. Por eso se empleó el terror sistemático para enfrentar  cualquier crítica al modelo. De hecho, en una carta de Milton Friedman a Pinochet en 1975, este economista habla del «tratamiento de shock»  como la forma para imponer el libre mercado. Este comentario se hacía  justamente cuando en la prensa internacional se hablaba de que se estaban dando tratamientos de shock a los torturados y desaparecidos  chilenos.

-Una cosa iba relacionada con la otra.

-Exacto. El modelo neoliberal no se podría haber impuesto en Chile sin  las violaciones de los derechos humanos. El propio Sergio de Castro dijo que se necesitaba mano dura. Y es un hecho que los militares no  podrían haber realizado las reformas capitalistas si hubieran tenido  que someterse a elecciones. No estoy diciendo que los Chicago boys estaban totalmente conscientes de que se necesitaban las torturas para  introducir estas políticas, pero sin duda tomaron la opción de no  saber, porque la información estaba.

-Cuando murió Pinochet, en el mundo se habló de estas dos caras de su Gobierno: las reformas económicas, por un lado, y las violaciones de  los derechos humanos, por otro.

-Los ultraliberales son muy oportunistas y manejan la historia según  les convenga; ni siquiera hablan del caso chileno, y dicen que la  revolución capitalista empezó en los gobiernos de Margaret Thatcher y Ronald Reagan. Existe amnesia sobre lo que pasó en Chile en los  setenta. Imagínese que acabo de entrevistar a Domingo Cavallo, el ex  ministro de Economía argentino, y me dijo que él nunca había sido  neoliberal. ¡La historia se altera!

Chile COMO Irak

-Usted hace un paralelo entre lo que sucedió en Chile y la situación  que se vive hoy en Irak.

-Existe una fórmula de «triple shock» que se ha implementado en ambos  países, que han sufrido situaciones similares. Consiste en que primero  se produce un shock con la invasión militar en Chile fue el golpe, luego se genera el shock económico y finalmente el de los cuerpos, que  reafirma y asegura el efecto de los otros dos. Además, en Irak se ha  desarrollado un laboratorio para experimentar la privatización de la  guerra.

Como Bush no ha podido implementar sus planes de liberalismo  extremo en Estados Unidos, porque todavía hay resistencia, todo se ha  hecho en Irak, donde la labor de reconstrucción está en manos  privadas. Hoy, en vez de mandar soldados a la guerra, se envían  guardias privados, muchos de ellos chilenos. Ahora hay más soldados  pagados que miembros de ejércitos regulares. Esta es ya la última  frontera de este afán por privatizarlo todo, porque ni siquiera los  Chicago boys trataron de pasar a manos privadas las fuerzas militares  y policiales.

-¿Cómo explica el que en Chile, luego de casi dos décadas del fin del  Gobierno de Pinochet, la gente apoye a una coalición de  centro-izquierda que ha mantenido gran parte la política económica del  régimen militar?

-¿Y por quién van a votar los chilenos si no hay alternativa?

-Siempre ha existido la opción de una izquierda extraparlamentaria.

-La izquierda que está en el Gobierno no ha querido ni ha podido desmantelar las políticas de los Chicago boys. Lo que hace tan  especial la situación chilena es que aquí no sólo se experimentó con  este capitalismo radical, sino que también Chile fue el laboratorio  para esa idea de que había que mantener una democracia protegida. Eso  permitió que, cuando los militares entregaron el poder, en realidad  traspasaron muy poco, porque todo había quedado ya muy amarrado.

Es  interesante que cuando los presidentes Evo Morales y Rafael Correa  asumen en sus países, ambos afirman estar prisioneros en el «palacio  del neoliberalismo». Eso nunca lo ha dicho un político chileno. Siento  que en Chile hay un gran temor a la inestabilidad y a provocar crisis,  por lo que se buscan a toda costa los equilibrios.

-¿Cree que las experiencias de países que han desafiado al capitalismo  podrían tener influencia en Chile?

-Las prácticas exitosas y valientes ya han tenido efectos, porque  Michelle Bachelet ha ido más allá que los anteriores gobiernos de la  Concertación. Es muy interesante observar cómo los escolares chilenos,  que han vivido toda su vida bajo el neoliberalismo, son los que han  empezado a cuestionar también el sistema. Ese es un síntoma de cambio.

Estado de shock

-¿Cuál es la relación entre los efectos que producen la tortura en la  mente y el cuerpo humano, y lo que generan las crisis en los países?

-Escogí esta metáfora porque es utilizada por los propios economistas  neoliberales que llamaron a esta forma de imponer el modelo el  tratamiento de shock. Es una idea muy violenta, especialmente cuando  se estudian los efectos y fines de los tratamientos de electroshock y  de la tortura. En el manual de la CIA que describe los efectos de la  tortura en el cuerpo humano, queda claro que éstos son muy parecidos a  las consecuencias que experiencias traumáticas han producido en Irak o  Estados Unidos. Elmanual afirma que el objetivo de la tortura es generar desorientación y trauma, lo que permite doblegar al prisionero porque su resistencia baja y comienza a ver al interrogador como una  figura paternal.

Es lo que se vivió en Estados Unidos después de los ataques en Nueva York. Ese fue un evento que nos sorprendió, no  sabíamos de dónde venía y no podíamos explicar. Cuando se tortura a  alguien también se le sorprende y se le quitan todas sus seguridades.  Lo que hacen los shocks, y no estoy diciendo que éstos sean  deliberadamente creados, es que nos dejan en el vacío, y la reacción  es tratar de llenar ese espacio de incertidumbre.

-¿Cuál fue la estrategia del Gobierno de Bush en ese momento de crisis?

-Después de los atentados, la administración Bush aprovechó esa  desorientación y deliberadamente profundizó la confusión, reafirmando  la idea de que vivíamos en un mundo nuevo y desconocido y que había  que actuar de modo diferente. Así nació la imagen del «eje del mal» y esa sensación de que el entonces alcalde de Nueva York, Rudy Giuliani, era el «papá salvador».

La misma pérdida de referencias y seguridades  que sufren los torturados al caer en un estado de shock la viven las  sociedades que sufren traumas que no pueden entender. Recién ahora  estamos conociendo todas las tácticas desplegadas por el Gobierno de  Bush mientras el país estaba bajo los efectos de un trauma feroz: se  reescribieron las leyes, se torturó, se espió y se falsificaron  pruebas y evidencias.

-¿El Gobierno norteamericano ha sido exitoso al implementar estas  políticas? Hoy hay muchas voces críticas.

-Ha fracasado en el ámbito político, pero, tal como los Chicago boys  lo hicieron en Chile, las cosas se han realizado de tal manera que  todo ha quedado muy amarrado. Cuando se tenga que traspasar el poder  habrá muy poco que traspasar. El Gobierno norteamericano ha destruido  al Estado privatizándolo todo: desde la seguridad hasta la  inteligencia nacional, que hoy está casi completamente en manos de  empresas contratistas. Y todo bajo un manto de secretismo absoluto.

El capitalismo de los desastres

-En su libro también denuncia el llamado «capitalismo del desastre»,  basado en la fiebre privatizadora que se produjo después de las  catástrofes producidas por el huracán Katrina en Nueva Orleáns y el  tsunami en Asia.

-La clave de la doctrina del shock es el oportunismo. A veces estos  shocks son creados, otras simplemente pasan, pero, como decía Milton Friedman, lo importante es tener las ideas listas para cuando estas  cosas pasen. Lo que sucedió en Nueva Orleáns fue especialmente  dramático porque, luego de la inundación, se desmantelaron los  sistemas de salud, educación y vivienda pública y se entregaron a los  privados. Lo mismo sucedió en Sri Lanka después del tsunami, donde los  privados construyeron centros turísticos donde antes había villas de  pescadores. El capitalismo se aprovecha de los traumas y confusión que  producen los desastres naturales.

-¿Qué pueden hacer los ciudadanos para enfrentar estas políticas de shock?

-Yo escribí este libro justamente porque la doctrina del shock se basa  en la sorpresa y el desconocimiento, lo mismo que sucede con los  torturadores que no quieren que sus víctimas se comuniquen entre sí y  compartan experiencias. Por eso es que es tan importante construir  redes e instituciones que informen y permitan intercambiar experiencias.

-¿Usted percibe que en Latinoamérica ha surgido una alternativa al  sistema neoliberal?

-Aquí se ven algunos ejemplos de cambios profundos al capitalismo. Lo  que yo más destaco del Gobierno de Hugo Chávez, porque de otros  aspectos soy muy crítica, es el apoyo que se le ha dado al sistema de  cooperativas, que se han hecho cargo de la construcción de muchas  obras públicas, transformándose en una alternativa a la privatización.

LND